Galería

CONCLUSIONES

En Cuba, a la caída del régimen dictatorial de Fulgencio Batista en 1959, no hacía falta una revolución social. En los últimos años de la década de los treinta y durante los gobiernos democráticos del Partido Revolucionario Autentico (1944 a 1952), de filiación Social-Demócrata, se habían realizado reformas sociales que colocaban a nuestro país en la vanguardia latinoamericana en cuanto a leyes que beneficiaban a las clases más desposeídas. Este proceso de mantener un justo equilibrio social es un quehacer perenne, no tiene fin; las circunstancias económicas cambian, el hombre no es perfecto, y no hay soluciones para siempre. En el caso cubano hubiera bastado seguir el ritmo de progreso social que desde hacía años se había establecido. En realidad todo podía haberse encaminado restableciendo la Constitución de 1940 y celebrando unas elecciones democráticas para tener un gobierno estable; pero Fidel Castro necesitaba para él un régimen totalitario y el modelo más eficaz para lograr este objetivo era el marxismo-leninismo con sus inhumanos atributos y sus desastrosos resultados económicos.

Hoy el socialismo real ha desaparecido, pero se mantiene aún como una utopía que ha demostrado ser sumamente útil para obtener un poder absoluto y justificar el crimen para mantenerlo.

No es correcto llamar a lo acontecido en Cuba durante más de medio siglo una revolución; en realidad lo que ha padecido el pueblo cubano es una descabellada involución, producto de la egolatría de un hombre que siempre ha creído saberlo todo, para inmiscuirse en todo y decidirlo todo. Durante años el pueblo cubano ha vivido sujeto a las ocurrencias y fantasías de un «máximo líder» cuyo último fin ha sido perpetuarse en el poder para siempre. Es así como pueden comprenderse tantas ejecuciones, tantos presos políticos, tantos cubanos exiliados y una economía en ruinas;esto último no ha sido el producto de un bloqueo con miles de agujeros, sino de la inoperancia del sistema, como lo ha demostrado plenamente el auge económico experimentado por Rusia, China y Europa del Este con la desaparición del comunismo.

Por otra parte desde que comenzó el «castrismo» nuestra nación  ha vivido como un parásito; primero de la Unión Soviética, lo que nos hizo vivir en el volcán de una guerra atómica durantela «crisis de los cohetes»; después apareció el mecenas venezolano, a lo que paradójicamente se añade el vilipendiado exilio cubano, que agobiado por la situación de miseria en que viven sus familiares en la isla, tratan de dar alivio a las cotidianas carencias que padece el pueblo cubano enviando ropa, alimentos y dinero en efectivo. Esto último ha sido explotado maquiavélicamente por el gobierno castrista.

No hay duda de que haría falta la edición de numerosos volúmenes para relatar lo ocurrido en Cuba durante la tiranía castro-comunista y las consecuencias que estos acontecimientos han tenido. Los testimonios aquí expuestos dejan ver quizá el aspecto más dramático del proceso, pero peor ha sido el deterioro económico y social que ha traído para todo el pueblo cubano.